Hoy quiero hablar de la muerte.
Sé que puede parecer un tema raro o incluso oscuro, pero yo considero que es una de las cosas más naturales que nos pueden pasar. Y, sin embargo, no hablamos lo suficiente de ella.

¿Vos pensás en la muerte? ¿Cada cuánto?

Yo pienso en ella todos —o casi todos— los días.

¿Cuál es la diferencia entre vos y un soldado luchando en Ucrania?
Yo diría que ninguna.

No me refiero al contexto, claro. Pero ese soldado, por sus circunstancias, probablemente tenga la muerte mucho más presente en su mente. Sin embargo, la muerte es tan real —o potencialmente cercana— para él como para vos, o para mí.

La gente se muere todos los días. Ya sea por accidentes, por enfermedades, o por causas desconocidas. Y hay muerte alrededor nuestro todo el tiempo.
Como por ejemplo en la comida que comemos. O el mismo invierno, que nos recuerda que todo llega a su fin.

También hay vida, obviamente. Pero hoy me quiero enfocar en la muerte.

Curiosamente, vivimos como si fuéramos eternos.
Es como si quisiéramos olvidar que vamos a morir.
Nos incomoda aceptar esa realidad.

Pero guess what? Te vas a morir.

No sé cuándo ni cómo, pero va a pasar. Y cada vez falta menos.

Entonces, yo te pregunto:
¿Estás viviendo tu vida como merece ser vivida?

No sé decirte cómo se ve ese “merecimiento”. Pero sí puedo decirte que no hay escapatoria de este juego que llamamos vida.
¿Estás viviendo recordando que esto no es para siempre?

No para vivir con urgencia… pero sí con presencia. Con conciencia. Con intención.
Y, si te gusta, con un poco de pasión también.

No nos olvidemos que somos seres pasajeros, encarnados en este avatar que llamamos cuerpo.
Y vivir intensamente es una forma de agradecerle a la vida nuestra existencia.

Vivir sabiendo que vamos a morir es, para mí, una de las mejores maneras de vivir.

¿Cómo vivís tu vida? ¿Pensás en la muerte?

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