La verdadera libertad no es solo poder ser y expresarnos sin miedo, sino también comprender que nuestra libertad termina donde empieza la del otro.
Vivimos en un tiempo donde muchas personas se sienten ofendidas con facilidad, donde la expresión personal a veces choca con la sensibilidad ajena. Entonces, ¿hasta qué punto es válido pedirle al otro que se edite para no lastimarnos?
Ser libre no significa hablar sin consecuencias, pero tampoco significa vivir con miedo de incomodar. La libertad es un equilibrio entre ser auténtico y ser consciente del impacto de nuestras palabras.
Quizás la clave no está en censurar, sino en aprender a escuchar, en entender que la incomodidad también es parte del crecimiento. No todo lo que nos incomoda nos ataca. Y no todo lo que nos ofende tiene que ser editado.
¿Hasta dónde creés que llega la libertad de expresión? ¿Dónde está el límite entre ser libre y respetar al otro?
Vivimos en un tiempo donde muchas personas se sienten ofendidas con facilidad, donde la expresión personal a veces choca con la sensibilidad ajena. Entonces, ¿hasta qué punto es válido pedirle al otro que se edite para no lastimarnos?
Ser libre no significa hablar sin consecuencias, pero tampoco significa vivir con miedo de incomodar. La libertad es un equilibrio entre ser auténtico y ser consciente del impacto de nuestras palabras.
Quizás la clave no está en censurar, sino en aprender a escuchar, en entender que la incomodidad también es parte del crecimiento. No todo lo que nos incomoda nos ataca. Y no todo lo que nos ofende tiene que ser editado.
¿Hasta dónde creés que llega la libertad de expresión? ¿Dónde está el límite entre ser libre y respetar al otro?